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Cuando un arquero se va

martes, 21 de abril de 2009 | 0 comentarios

Cuando un arquero se va no queda un arco vacío porque el próximo sábado lo reemplaza la llegada de otro arquero.
Cuando un arquero se va quedan sus vuelos suicidas, sus tapadas, sus sambullidas, sus golpes, sus revolcones, sus gritos, sus sofocones.
Cuando un arquero se va queda su soledad, sus pensamientos, sus decisiones.
Ante un penal o en un mano a mano; en un instante la erramos o la pegamos, y vienen los goles sonsos o las atajadas milagrosas.
La desesperación por la barrera mal formada, el vuelo al ángulo para la gran sacada o su impotencia de pensar que la podía haber desviado.
Su esfuerzo desganado por levantarse tras ser derrotado, su alegría por ese tiro que nos ha pegado, su coraje por ir al arco sabiendo que si llega todo queda en sus manos.
Y así pasan los sábados jugando de héroe o villano, de fenómeno a boludo sin términos medios.
Cuando un arquero se va no solo queda el recuerdo, queda también su valentía, su esfuerzo y su desazón y sus éxitos, pero por sobre todas las cosas queda un gran afecto, no es fácil de olvidar un arquero.
Ese tipo solitario que se banca los insultos, los golpes y los goles y por sobre todas las cosas va hacia donde casi nadie quiere ir que es a pararse delante de los tres palos.
Decía el “Pato” Filloy que nadie ataja con la trayectoria, y es una gran verdad hay que estar bien despierto cada partido sino nos la mandan a guardar.
Pero la trayectoria sirve, la trayectoria queda, y es justamente ella la que hace que se recuerden en este caso a colegas inolvidables.
¡Si! Inolvidables, no solo para sus familias con su dolor eterno, inolvidables para sus colegas que los recordamos con una sonrisa como los buenos tipos que fueron.
Ayer se nos fue otro colega, un arquero campeón, un amigo, un caballero, un compañero, un rival, un señor de la cancha al que hay que recordar.
El Gordo Ernesto Messina se nos fue a atajar bien arriba, a juntarse con el maravilloso “Guille” Guillermo Guiterman de Miraflores y el inolvidable Carlos Soliani “Tanguito” de Las Lajas; los amigos de Aranzazú lloran el último vuelo de su arquero y los comprendo, los acompaño.
Cuando un arquero se va, nunca se va del todo, quedan sus atajadas, quedan su resignación y su hombría y por sobre todas las cosas queda esa imagen que nunca se olvida.
La imagen de un buen tipo que se las banco en soledad y que en las buenas y en las malas se dedicó a atajar.
Como en la vida, a lo que muchos no se animan ellos allí están, por eso va este recuerdo para tres tipos macanudos que se merece mencionar.
Gracias, amigos, gracias colegas el “uno” siempre será de ustedes, nadie los habrá de olvidar.

De un arquero a otro arquero
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